jueves, 3 de junio de 2010

La vida es sueño

¿Quién no es capaz de recitar al menos algunos versos del monólogo de Segismundo de La vida es sueño? La obra de Pedro Calderón de la Barca tiene el halo de los grandes clásicos por su modo de abordar las grandes cuestiones que siempre han preocupado al hombre: la vida y la muerte, el destino y la libertad de elección, el honor y el poder... En esta obra, enmarcada en el grupo de dramas filosóficos escritos por Calderón, todas esas cuestiones tienen cabida en el marco de una obra típicamente barroca y al servicio de la propaganda de la monarquía y de la doctrina contrarreformista. Descárgate nuestra hoja volandera o disfruta, simplemente, de la musicalidad del teatro clásico en verso:


La venganza de don Mendo

Prototipo del astracán, género a medio camino entre la comedia disparatada y la paradia desaforada, La venganza de don Mendo, de Pedro Muñoz Seca, es una desternillante obra plagada de ingeniosos y enloquecidos diálogos que pretendía poner en la picota el forzado sentimentalismo de los grandes dramas históricos románticos. Muy cercana a las actuales parodias cinematográficas de los distintos géneros, el éxito de esta obra ha perdurado hasta nuestros días por la inmediatez de su humor y por sus jocosos juegos de palabras. Además de descargarte nuestra hoja volandera semanal, te sugerimos dejarte llevar por el inocente desenfado de los diálogos de Muñoz Seca:


Un tranvía llamado deseo

Las obras de Tennessee Williams destacan por su -a menudo- inquietante y agobiante modo de reflejar las tensiones sociales y morales que frecuentemente se pretenden ocultar bajo la pesada alfombra de las convenciones, las tradiciones y los buenos modales. Las inclinaciones sexuales frustradas, la opresión familiar, los deseos insatisfechos... suelen enmarcarse en un no menos agobiante contexto reiterativo, el de los estados sureños de EE.UU., anclados en el más rancio conservadurismo y en una latente doble moral. En suma, todo un filón para el cine, donde parejas como Marlon Brando y Vivien Leigh (en Un tranvía llamado deseo) o Paul Newman y Elizabeth Taylor (en La gata sobre el tejado de zinc caliente) sabrían explotar todas estas posibilidades dramáticas.